06/09/2018
La mayoría de las veces no se le presta voz a un personaje con el que te identificas. Rara vez.
Hablan y dicen cosas que jamás utilizarías en tu vida normal y sin embargo ahí estás: en el atril diciendo una determinada frase como si la usases todos los días por la calle. Cosas como…
¿Bromeas?, o “Voy a patear ese culo” o “Es adorable”
En aras de la credibilidad suena natural y espontanea, pero no es así. Ya me imagino la cara de alguno de mis alumnos si en mitad de una clase suelto: “tu voz suena muy engolada y voy a patearte el culo”.
Otras ocasiones no es tanto lo que dice tu personaje o como lo dice, sino su carácter, su forma de actuar o de comportarse. Ese es el misterio y la grandeza de la interpretación. En absoluto eres así, pero tu voz suena como si fuese tu propia vida.
De vez en cuando te toca ponerle voz a un personaje con el que sientes empatía; no porque físicamente te identifiques (eso rara vez ocurre y sobre todo si son dibujitos animados) sino porque aprendes con sus diálogos, o te gusta la forma de decir las cosas, o simplemente enriqueces tu forma de ser en el intento de dotarlo de vida con tu voz.
Ese es el caso de Ted.
Durante una temporada completa he tenido ocasión de prestarle mi voz en español al “prota” de una serie de animación alemana destinada a niños. Me han encantado los guiones porque he descubierto que aún hay series infantiles preocupadas por “educar”. Visto lo visto “rara avis” en el panorama mediático.
A partir de octubre en Granada imparto un curso de doblaje en distintos niveles en Escuela Remiendo. Si te apetece descubrir por ti mismo estas cosas, estaré encantado de compartir micrófono y atril contigo.
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